En style.com sólo aparecen dos colecciones: primavera 2010 y otoño 2002, ambas RTW. Y sí, ocho años de diferencia se notan bastante, sobre todo en la purificación del estilo, que si en un principio fue más urbano, más duro; ahora despide un aire encantador e inocente por todos sus poros. Dos únicas modelos, en la esquina de un almacén, con un espejo detrás. Y no, no hace falta más.
- Los vestidos blancos son uno de sus puntos más fuertes. La superposisición de telas, los materiales ligeros y con caída y los adornos en el escote son sus armas. Si yo fuera una exitosa actriz invitada a los Oscar o una mujer en disposición de matrimonio no dudaría en dar uso al segundo vestido. Es sencillo, elegante, original; sencillamente perfecto. Y un apunte, los flecos del primer modelo creo que son el único resquicio de su ya lejana colección para otoño del 2002.
- Me encanta como reinventa las bermudas, en su versión más ancha, con camisas oversize en colores crudos, chaquetas tipo capa y vestidos con torera (esta última me la apunto para mi armario). Eso sí, le veo más posibilidades con zapatos de salón o bailarinas que con botines, pues si a esta modelo que debe medir 1'80 le acortan las piernas, imaginaos al resto de los mortales.
- Le da también bastante uso a los cinturones finos ajustados a la cintura, pero no con esa manía actual de marcar el talle hasta límites vulgares, sino simplemente con la función de sujetar, de ceñir ligeramente sin olvidar el aire abandonado de la colección. Es además una idea genial para reutilizar en el día a día los vestidos estampados tipo cóctel, que combinan genial con prendas más "rústicas", como los cárdigans y los chalecos de lana, las chaquetas de tweed, o esas chaquetillas de algodón desestructuradas que crecen como setas en Zara y Friday's Project. La idea de mezclarlos con botines o con unos zapatos desgastados tipo Oxford aquí sí que no me disgusta, pues es una forma de sumarle comodidad y darle un puntito campero.
- Y un elemento al que le veo mucho juego pero pocas posibilidades de salir al mercado: una chaqueta tipo esmoquin en tela transparente. Lo sé, es rebuscado y si llego preguntando por algo así a cualquier tienda lo más seguro es que se rían un buen rato a mi costa, pero no me diréis que no queda bien sobre un vestido de la misma gama cromática, o una camisa masculina oversize. La prenda en sí es una idea implacable: algo tan masculino como un esmoquin traducido en femenino y sexy a base de transparencias. Estoy por pedirle a una modista que me la fabrique.