sábado, 29 de agosto de 2009

A veces se agradece la sencillez

Tengo debilidad por todo aquello que tenga una inspiración romántica, vintage, barroca,etc. Hasta tocar de vez en ocasiones el extremo de la cusilería o la extravagancia. Pero de vez en cuando apetece depurarse un poco. Igual que siento fascinación por la originalidad y los ecos de épocas en las que recargarse era sinónimo de grandeza, también admiro a la gente que va por la calle con una sencilla blusa y unos pantalones de buen corte, y los luce con más estilo que nadie.
No apoyo la constancia en la moda, porque su cambio continuo es precisamente lo que la hace divertida. Adoro a Stella Mccartney tanto como a Roberto Cavalli o John Galliano, y me parece perfecto tirar unos días hacia un patrón romántico y barroco y los siguientes hacia el minimalismo.
Sin embargo, ¿cómo destilar elegancia y estilo con pocas prendas? He estado recopilando algunas ideas en revistas, pasarelas, tiendas y gente que me rodea por la calle; y veo que se puede resumir todo en un trío de conclusiones: la importancia del corte, los accesorios básicos y el permiso de protagonismo a una prenda.
Al llevar la ropa sin apenas aderezos se aprecia mucho más si está bien hecha. Merece la pena gastarse el dinero en ropa de buena calidad, que nos sirva para muchas combinaciones sin por ello desgastarse. Los cortes originales se aprecian mucho mejor y transforman la sosería en elegancia. El over-size también se lleva muy bien con este estilo, pues ayuda a dar una imagen cómoda y casual.




Los accesorios aquí juegan también un papel importante. Hay dos opciones: o básicos (en color y material naturales) o muy originales, dejando a estos últimos el absoluto protagonismo, como es el caso de la pamela morada de la autora de The snail and the cyclops, que le da el toque perfecto a su LBD.


Los toques de color, mezclados con prendas básicas y sin estampados, son una buena forma de vestir alegre sin saturar. La dueña de Le blog de Betty es una experta en ese aspecto.


Las prendas clásicas como las gabardinas, las rebecas, los pantalones de pinzas o las chaquetas de corte chanelesco son muy buenos aliados. En los catálogos de J. Crew sobran las ideas de cómo combinarlas. Me encanta ese efecto de "niña buena" que consiguen.




¿Y algo de mi cosecha? Pues aparte de mi debilidad por las blusas pastel combinadas con pantalones y trench, suelo tirar más del minimalismo en las ocasiones especiales:

A la izquierda, con la gabardina que ya os enseñé hace un tiempo de Pull&Bear, bolso propiedad de mi madre y zapatos peep-toe de Sfera. El vestido no puedo deciros de dónde es porque no tengo ni idea. Me lo compró mi madre cuando tenía unos trece años y aún me vale. Aunque en la foto no se aprecie, el corte es precioso: sin mangas, ajustado bajo el pecho y con un ligero vuelo.

A la derecha, vestido de H&M (hay que ver las gratas sorpresas que me está dando esta tienda últimamente) y sandalias de Zara.

A mí todavía me cuesta ir sencilla sin ser sosa, pero supongo que la cosa mejorará con la práctica. Insisto en que es una tendencia que sólo me atrae de Pascuas a Ramos, al menos para el día a día. Sin embargo, sí es constante mi fascinación por esas personas que con estos estilismos transmiten un halo de encanto natural y a la vez misterioso.

martes, 4 de agosto de 2009

Londres



Londres, Londres... ¿Cómo describirla? Si tuviese que limitarme a un solo adjetivo no lo dudaría un momento: ecléctica. Es la única palabra que puede reunir a los veraneos de la alta sociedad en la campiña con las tribus suburbanas y la moda grunge. Porque sí, resulta bastante paradójico que este país que nos inspira con sus gabardinas de cuadros y sus trajes de príncipe de Gales sea también la cuna de lo mejorcito de la música indie y el punk. Se trata de un lugar que conserva un aire victoriano en sus cafeterías y sus edificios, por los que pasa gente vestida con combinaciones tan alternativas que rozan lo imposible. Es extraño y a la vez encantador.


Yo ya había visitado esta ciudad en otra ocasión, pero no tuve tiempo de verla como se merecía. Y no hablo sólo de los muchos monumentos y calles a los que con suerte pude echarles una ojeada, sino también de la gracia del ambiente londinense que, si bien es difícil apreciarlo en los cinco días que he estado esta vez, no digamos ya en una tarde.

En la fuente de Trafalgar Square. Camiseta exterior y falda vintage,
camiseta interior de Oysho, sombrero de El Corte Inglés, bolso del rastro de Madrid.

Si hay algo que realmente me enamora de esa ciudad, son esas estrechas casitas tan famosas del barrio de Notting Hill, pero que en realidad están presentes en muchas más calles. Con flores en las ventanas, puertas de colores y verjas negras; generalmente próximas a los grandes parques de la ciudad. Sencillamente encantadoras.

Y, para insistir en el carácter variable de la capital, no es necesario irse muy lejos para pisar el famoso Soho, con tiendas archiconocidas tipo Pepe Jeans, Diessel o Miss Sixty; y otras no tanto pero que sorprenden por la variedad de sus productos. Y si te subes al metro y dejas la ilógicamente alta cantidad que te piden por tan solo un viaje (4'80 libras, para ser exactos) puedes aparecer en un lugar tan memorable como Candem. No creo que sea necesario describirlo, tan sólo basta decir que con tales tiendas para elegir, es normal ver a sus habitantes vistiendo de forma tan variada. Y si te vas a Whitechapel, en vez de encontrar como yo esperaba los restos del popular y desgraciado barrio tan conocido en la época victoriana, sentirás que acabas de aterrizar en la India, y más si eres la única occidental en un radio de un kilómetro.
En una tienda de White Chapel, comprando unos
zapatos tradicionales de la India tras un pequeño
percance con los que llevaba. Vestido y collar vintage,
sombrero de El Corte Inglés.
Siempre me ha encantado observar a la gente que pasa a mi alrededor: sus caras, sus gestos cómo van vestidos, cómo andan, cómo hablan... En la localidad en la que yo vivo eso resulta bastante aburrido teniendo en cuenta que a la mitad de la gente que te encuentras ya la conoces o, si no es así, se parecen mucho. Por eso me gusta tener que ir a diario a Madrid. Sin embargo, aunque siendo una capital sempre se goza de bastante diversidad, estoy convencida de que por aquí tenemos mucho más miedo a ir diferentes. En Londres pasa casi lo contrario: lo diferente es ir normal. La fiebre del vintage está mucho más extendida que por aquí, por lo que es mucho más fácil encontrar tiendas de ese tipo y a un precio muy razonable. También parece estar muy de moda el revival de los 80, como ya dictaron las pasarelas: americanas con chapas, materiales y colores chillones, mezclas de estampados imposibles, pantalones pitillo... Es fácil encontrar clones de Keith Richards por todas partes. Y justo al lado, señoras y caballeros elegantísimos que parecen venir de un partido de polo.

Lo dicho, se trata de una ciudad pluricultural en la que puedes encontrar de todo y además bien mezclado. Sin embargo, es algo de esperar en una metrópoli que lleva bastantes años vigente. En cierto modo es como cualquier otra capital, y comparándola con la nuestra, pues bastante más grande y plural. Claro que hay que tener en cuenta que, a diferencia de Madrid, Londres es el centro urbano de Inglaterra desde prácticamente su fundación y que, al fin y al cabo, cada ciudad es distinta, y que aunque debido a ese fenómeno llamado generalización todas tienen rasgos comunes, cada uno posee un encanto particular. En el caso de Londres, salta a la vista en cada rincón.
P.D.: Soy consciente del período latente en el que se halla mi blog, pero sabiendo que en verano todo el mundo anda desperdigado (yo incluida) posteé bastante poco. Prometo que en septiembre, cuando me asiente y vuelva a mi vida cotidiana, actualizaré más a menudo, porque la verdad es que os he echado de menos.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...